Reflexiones sin cobertura
En muchas ocasiones la mejor conexión no es la que te da el WiFi, si no la que haces con otras personas y con el entorno.
“Bienvenid@ a Dando Tecla. Soy Carlos Jonay Suárez Suárez (sí, mis padres sin saberlo me hicieron un buen ‘branding’, al menos para que me encuentres por mi nombre en internet) al margen de eso…
Escribir es la mejor forma que tengo de expresarme, y mira que según muchísimos amigos, hablar es algo que me gusta demasiado. Pero es a través de la escritura dónde siento que puedo ser más ‘yo mismo’.
Además, el título de este ‘espacio’ no es casual y siempre me lleva a una pequeña historia que viví con mi madre y por la que terminó regalándome la que es ahora ‘la vieja Olympia’, una de esas clásicas máquinas de escribir de cinta, con las que pasé muy buenos ratos.
Por aquí, utilizaré esta pasión de escribir para contarte un poco de todo, desde los aprendizajes que recojo en proyectos como Pueblos Remotos, hasta cosas que me encantan como correr por la montaña.
Pero además de un espacio de escritura, es un lugar para crear, compartir y debatir. Y por eso, espero que no sea sólo ‘mí’ espacio, si no, nuestro espacio.

Aquí estamos de nuevo: un asiento de avión, la bandeja desplegada, una lista de música ‘extrañamente’ verbenera -te cuento sobre esto más abajo- para ponerme a redactar, mis brazos en pose de Tiranosaurio Rex para poder escribir esto que estás leyendo y lo más importante de todo: una hoja en blanco dentro de un ordenador sin cobertura, para poder escribir lo que me salga durante este vuelo.
Estoy en medio de esta situación porque voy en un vuelo desde Santiago de Compostela hasta Tenerife.
Hasta aquí, todo normal. Creo que en pleno 2025 eso de coger aviones como si fueran guaguas -autobuses- es algo que hemos normalizado -en algunas ocasiones, por desgracia para nuestra bonito y verde planeta-.
¿Te planteas alguna vez, cómo puedes levantarte un domingo en una isla en medio del Atlántico y estar paseando por un paraje completamente rural del norte de España a las cinco de la tarde? -Bueno, o llévate eso a cualquier otro sitio con una situación parecida-.
Esta semana -concretamente del 25 al 31 de mayo- tuve la suerte de poder vivir en un espacio -y un lugar- que llevo siguiendo desde hace algún tiempo: Sende, un espacio de coliving y coworking ubicado en Senderiz, una pequeña aldea en la provincia de Ourense (Galicia)
Llegaba hasta allí, siendo franco, con más cosas en la cabeza de las que debería, pensando incluso, en semanas anteriores, si había tomado una buena decisión en base a la cantidad de trabajo que tenía por delante.
Por suerte, en un ejercicio de estoicismo, conseguí limpiar todo lo innecesario -o que podía esperar- de mi calendario y de mi gestor de tareas y me dije que necesitaba ir a vivir esta experiencia con foco, pausa y poniendo los cinco sentidos en ella.
Y ahora mismo sólo puedo decirte: ¡Bendita decisión!
Historias de SENDEriz
Gestión de expectativas. Algo que repito mucho últimamente y que se ha convertido en una forma de proceder en mi día a día.
Las expectativas que tenía con Sende era MUY altas. Había escuchado muchas historias de allí y tenía el hype a tope de ver cómo era todo aquello.
Tu mente puede hacer muchas filigranas cuando unes historias que te cuentan, personas de las que te hablan o fotos que has visto por internet.
Se forma un puzzle que genera una realidad paralela, algo que se construye en tu cabeza y que luego intentas encajar con la realidad cuando la vives.
Si tengo que hacer esa unión de expectativas y realidad, todo lo que había imaginado de Sende se queda extremadamente corto.
La sencillez de todo lo que se vive por allí, en todos los sentidos, es sólo comparable a la amabilidad de Edo y María, que consiguen algo que parece simple, pero que en realidad es extremadamente complicado: que te sientas como en casa desde el primer día.
Todo en Sende respira familiaridad y esa familiaridad cobra más sentido, si cabe, en ‘la mesa’ dónde se organizan las family dinners -nunca tuvieron un nombre tan apropiado- el núcleo de Sende -al menos bajo mi punto de vista-
A que nos sintiéramos como una familia durante estos 5 días ayudó también el resto de personas que estaban por allí:
Ana, que forma parte del core de Sende y que nos enseñó Senderiz y el funcionamiento del proyecto de forma cercana, con ese espíritu gallego que muestra cercanía y amabilidad.
Kathrin y Wojtek (Give & Grow) -con los que pude viajar desde Tenerife- compartiendo historias y anécdotas sobre sus viajes, su forma de vivir y de entender el impacto de los viajes en la población local.
Katya, poniendo el toque de humor y esas anécdotas búlgaras que nos ayudaron a ubicar una realidad que estaba -y está- a miles de kilómetros de Galicia. Es la gestora de Burgas Coliving (Bulgaria)
Mery, por compartir esos kilómetros y conectar con conversaciones profundas e interesantísimas, además de aportar su visión desde el diseño y su enfoque vital.
Xulia, transmitiendo la importancia del hacer local y del amor por lo gallego, desde lo gallego. Greleria es un ejemplo de cómo se puede innovar, emprender, impactar y respetar lo local.
A todxs: ¡GRACIAS POR ESTOS CINCO DÍAS!
En Senderiz se quedan muchas historias, muchas conversaciones acerca de lo bien -y de lo mal- que está el mundo.
Se queda el sonido del agua, algo que siempre me recordará a Galicia.
Por allí quedan los gatos jugando, la sonrisa de Xam(el hijo de Edo y María), el sonido de las cegadoras o el cencerro de las vacas.
Se queda, por encima de todo, la mesa de las family dinners, donde las mañanas con un café empiezan de forma diferente.
Por allí se quedan, en definitiva, motivos para volver y amigos a los que volver a abrazar.
No es esa, acaso, la magia del co-living.
¿Qué hacía por Sende? Claro, que no lo he dicho, estaba en Sende porque me invitaron a formar parte de un proyecto: Sutil, del que te daré más detalles en el blog de Pueblos Remotos.
La mejor conexión no es el WiFi
Estando en Sende, me di cuenta de algo que ya sabía, pero que no pongo en marcha tanto como debería: la mejor conexión no es el WiFi.
A Sende fuimos, por encima de todo, para trabajar -muy a mi pesar, en algunas ocasiones, teniendo esas montañitas tan cerca-.
Pero el trabajo se llevó mucho mejor porque teníamos una agenda MUY equilibrada:
Mañanas de foco a tope para conocer más acerca de nuestros proyectos y las buenas prácticas que hacemos con ellos, así como de aprendizajes sobre teoría del cambio, turismo sostenible, gestión de comunidades o ejemplos de comunicación.
Las tardes, después de un almuerzo riquísimo, eran momentos de trabajo individual, o sea, de poner foco en los proyectos de cada uno.
Las noches eran para las family dinners, las conversaciones con calma y disfrutar de la compañía.
Estando allí, me di cuenta de cómo el foco hace la productividad:
Mañanas cargadas de energía: entrenar, estirar, desayunar tranquilo, leer un poco (en papel, nada de móvil o tablet), poner foco al cien por cien y disfrutar.
Tardes: sacar trabajo, proyecto por proyecto, hacer pequeñas pausas para charlar y tomar café, observar, leer, en definitiva, ser productivo a saco.
Resumen: con un balance muy equilibrado fui capaz de sacar todas las tareas que me había marcado -incluso algunas con las que llevaba tiempo bloqueadísimo-: publicar en redes sociales, aprender sobre nuevas herramientas, encajar sesiones de mentoría, grabar un episodio de podcast improvisado, volver a disfrutar de la fotografía, cocinar para ocho personas y alguna que otra cosa más, disfrutando, además, de todo ello.
Creo que todo fue posible, porque el entorno influye, y mucho.
Necesitaba estar en Sende para darme cuenta de que muchas veces no estoy siendo tan productivo como debería, porque estoy saturado, de algunas cosas que tengo que abordar y en alguna ocasiones, de los lugares desde los que trabajo (sobre todo cuando paso muchos días en casa)
Así que, como nuevo aprendizaje, me he propuesto ponerme en modo Sende, más a menudo.
Al final, la mejor conexión no es el WiFi, es el entorno desde el que trabajamos.
La importancia de las buenas conversaciones
No quería cerrar esta reflexión de hoy, sin hacer una oda a las buenas conversaciones.
Que importante es poder hablar, escuchar, reflexionar, callar y compartir. Todo con su ritmo.
Creo que en estos cinco días en Sende tuvimos conversaciones muy interesantes y sacamos aprendizajes de todo lo compartido.
Espero que podamos poner proyectos en marcha que partan de esa base y que la despedida de hoy sea sólo un punto y seguido.
También espero volver a la mesa de las family dinners, poder estar allí mirando al horizonte, oteando Portugal en la frontera, escuchando el crepitar del fuego de la barbacoa y disfrutando de una buena conversación.
PD: Y si tengo que aprovechar para hacer un poco de spoiler, te recomiendo que escuches el último episodio de Pulsa el Botón con Edo y María. Quizás está mal que yo lo diga, pero creo que quedó genial y que todo lo que se ve -y se escucha- representa a Sende a la perfección.
Bueno, como dirían por allá -o por aquí, que no he aterrizado aún-
¡Marcho, que tenho que marchar! 🚶🏼♂️➡️
¡Hasta la próxima! 👋🏼
Que bueno, coincidimos 100% en que la conexión humana supera al WiFi. Tengo pendiente escuchar tu podcast porque lo menciono Jorge en el Núcleo, creo que empezaré con el de Juan de Rooral